John Law
- Posted by Droblo
- On 13 septiembre, 2016
- 0 Comments
- bancos centrales, biografía, economía, francia
La figura de este escocés nacido a finales del siglo XVII tiene algo de personaje literario de novela de aventuras: hijo de un banquero o un joyero (según fuentes), jugador empedernido, de gran atractivo físico, mató en un duelo de honor al marido de su amante (que se dice que años atrás lo había sido del rey Guillermo III de Inglaterra) y eso le llevó a huir a Ámsterdam, la entonces capital de la innovación económica. Hacía ya 100 años que en esa ciudad existían las sociedades accionariales de responsabilidad limitada (lo que hoy conocemos como acciones de bolsa), inventadas para poder financiar los mercaderes de forma conjunta la construcción y equipamiento de barcos que hicieran los largos y peligrosos viajes a las Indias, ya que los onerosos rendimientos requerían de una amplia inversión. Con lo que aprendió allí elaboró unas ideas propias (¿por qué limitar el número de acciones a la venta, porque no crear un banco público que emitiera el dinero que hiciera falta?…) que supo llevar a cabo en Francia, país en el que llegó a ser el más querido y el más odiado en pocos años y que le hizo rico y también acabó convirtiéndolo en un fugitivo que murió en Venecia, según algunos en la casi indigencia, según otros invirtiendo su amplio capital en obras de arte, siempre sin dejar de jugar a las cartas como en su juventud.
En su tumba en Venecia dice:
En honor y memoria de John Law de Edinburgo, el más distinguido tesorero de los reyes de Francia.
¿Por qué fue un personaje tan controvertido? Por ejemplo en su libro “El dinero y el comercio: una propuesta para proveer de dinero a la nación” anticipaba una de las ideas más discutidas de toda la historia del pensamiento económico: la conveniencia de incrementar la circulación monetaria para estimular la actividad económica, también fue el responsable de la primera gran burbuja bursátil de la historia (y eso que en Holanda seguro debió conocer la de los tulipanes de 1630) si bien en el mundo económico fue más famoso por ser considerado el inventor del billete bancario. Y es que lo normal en su época era pagar con monedas de oro o plata, joyas o títulos de propiedad lo que, según él, ralentizaba el intercambio comercial. En Francia la Corona y sus súbditos estaban tan endeudados y faltos de metales preciosos que ni se acuñaba ni se movía capital lo que provocaba la deflación y la anemia que tenían al país entero paralizado. Seguro ese fue uno de los argumentos que utilizó para convencer al regente del trono de Francia Felipe de Orlenas –acuciado por la necesidad de aligerar el peso de la deuda pública que había dejado Luis XIV al morir-, que le concedió una autorización para poner en marcha un banco privado emisor de billetes convertibles al portador (el Banco General) en 1716.
En 1717 creó una compañía privilegiada de comercio ligada al banco (la Compañía de Occidente o del Mississippi, luego llamada Compañía de Indias), que explotaba negocios como el comercio con Luisiana, la recaudación de los impuestos reales o la acuñación de moneda. Consiguió tantos favores porque redujo la deuda pública por la vía de pagar a los acreedores de la Monarquía entregándoles acciones de la Compañía y del Banco por lo que en 1718 el Banco General fue nacionalizado y se transformó en banco de la Corona. Law fue elevado al rango de ministro de Finanzas del rey de Francia. De este modo ligó la política monetaria del país a la buena salud de las acciones de una gran empresa. Como director general de las finanzas controló los impuestos de toda Francia, así como la deuda pública, la emisión de dinero y la Compañía de las Indias (que a su vez controlaba el monopolio de la importación de tabaco, y el del comercio con África, Asia y Luisiana, que era la cuarta parte de los EUA entonces). Confiado en el éxito de un sistema en el que lo controlaba aparentemente todo (acuñó la frase “La economía soy yo”), Law aumentó la emisión de billetes muy por encima de lo que le permitían los recursos de su Banco. Hasta entonces, se entendía por dinero a las monedas de oro y plata, la novedad de Law fue hacer circular billetes cuyo valor residía en su convertibilidad en metálico; en teoría, cualquier tenedor de esos billetes podía ir al banco y convertir en oro o plata la suma expresada en ellos, por eso emitir sin respaldo era, de hecho, una estafa.
Una activa propaganda y unos rumores fantasiosos sobre la riqueza de Luisiana consiguieron que la cotización de las acciones de la Compañía subieran extraordinariamente en medio de una fiebre especulativa generalizada: cuanto más subían más interés había en comprarlas. Cuando las acciones de la Compañía se vendían a diez veces su valor de emisión, Law hizo emitir tres nuevas series (ampliaciones de capital). En noviembre de 1719 las acciones cotizaban a 36 veces el valor de emisión (habían pasado de 500 a 18 mil). Por aquel entonces, la gente de toda Francia iba a París a comprar acciones en tal número que los asientos de carruajes públicos estaban vendidos con días de anticipación. Los problemas empezaron curiosamente por la generosidad del dividendo, cuando a fines de 1719 se abonó un 40% muchos accionistas lo cobraron en oro en lugar de en billetes o acciones. Para que esto no pasara, a principios de 1720, Felipe de Orleans prohibió tener joyas y más de 500 libras en metálico dentro de casa. Si el Gobierno prohibía el oro y las joyas, el mensaje que lanzaba era que precisamente el oro y las joyas era lo que más valía. Si a eso le sumamos que todo se basaba en la supuesta “generosidad” de las las tierras de Lousiana, bastó la vuelta de varios emigrantes contando que aquello era una tierra de pantanos y ciénagas para que se iniciara una aguda crisis de confianza.
Para evitar que el castillo de naipes se derrumbara, John Law entonces decidió fusionar la Compañía y el banco. Los accionistas tuvieron derecho a cambiar sus participaciones por billetes, al precio todavía notable de 9 mil. Pero para reembolsar las acciones tuvo que emitir (sin respaldo alguno) una cantidad tal de billetes que duplicó bruscamente la oferta monetaria. La consecuencia fue que la inflación llegó a un 23 % mensual en enero de 1720 y que la cotización de las acciones se hundiera, a la vez que cada vez más gente reclamaba al banco la conversión de sus billetes en oro y plata. El papel moneda y las acciones, que sólo unos días antes todos querían tener, eran abiertamente repudiados. Para calmar los ánimos, el regente Felipe anunció que se habían encontrado minas de oro en América, e hizo desfilar por París a 6.000 vagabundos vestidos como mineros. Con esa estratagema ganó tiempo y pudo colocar algunas acciones de la Compañía de las Indias y siguió imprimiendo billetes cargando las culpas sobre John Law pero evidentemente era el Estado el que debía responder por la estafa.
Fue la primera gran burbuja bursátil (salieron a cotizar a 500, llegaron a 18 mil y acabaron valiendo 200) y vino acompañada por una fuerte crisis financiera. El desastre de la compañía tuvo un alto coste social. Los inversores se dirigieron al Banco Real a reclamar el reintegro de las acciones sin éxito pero peor era la situación de los asalariados ya que se les pagaba en papel, esos billetes que no tenían respaldo ya que habían sido emitidos por un banco insolvente. Muchos iban a hacer cola desde el amanecer ante las puertas del banco para cambiarlos –sin éxito- por oro. El 17 de julio de 1720 hubo un tumulto, y 15 personas murieron. Law tuvo que huir del país. Francia volvió a la quiebra en la que le había dejado Luis XIV acrecentada por la ruina de muchos ahorradores privados Hay autores que defienden a John Law como Claude Cueni:
El problema saltó ante la imposibilidad de frenar a toda la nobleza. Obligaron a emitir tanto papel para financiar sus extravagancias, que arruinaron todo el sistema.
Aunque no le exculpa, algo de eso también hubo, de hecho el dinero corría de tal manera que en plena euforia el regente compró el mayor diamante del mundo, una gema de 140 kilates, obnubilado con la cantidad de beneficios que daban las acciones. El diamante, denominado Le Régent, está expuesto en el museo del Louvre como testigo mudo de aquella época de despilfarro.
John Law sobrevivió nueve años al desastre, cuando llegó la noticia a Francia, un periódico le dedicó estas palabras:
Murió un escocés célebre, un calculador sin igual, que con las reglas del álgebra ha puesto a Francia en el hospital.
Su sistema, frustrado por la ambición excesiva de ganancias especulativas, sembró entre la opinión pública francesa una desconfianza duradera hacia instituciones como el papel moneda, los bancos centrales y toda experiencia financiera, lo cual contribuyó a retrasar la modernización del sistema bancario hasta el siglo XIX y se dice que ese retraso y la pobreza que originó fue un germen para la Revolución Francesa. Pero mi reflexión personal va un poco más allá, ¿Es tan diferente la política actual de la FED a la de John Law? ¿No se está acaso emitiendo demasiado papel sin respaldo? ¿No reconoció Greenspan la importancia de una bolsa alcista para el buen desempeño de la economía? ¿No está ligada la solvencia de las naciones a las de sus más grandes bancos y de ahí la expresión “demasiados grandes para caer”?…
0 Comments