2 estilos de Hedge funds
- Posted by Droblo
- On 23 junio, 2016
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- gestión, mercados financieros, riesgos
Los fondos de cobertura (según su traducción literal) son un instrumento especulativo de primer orden en el mundo financiero. Sus gestores aprovechan su dominio de los derivados para multiplicar las posibilidades de beneficio, ya que exigen menos desembolso de capital que en los mercados de contado. Los derivados, curiosamente, nacen en el mundo agrícola, con los futuros que surgen porque permiten al agricultor un precio mínimo al que colocar su futura cosecha y al comprador un coste máximo para el producto meses antes de la transacción real. Chicago fue donde nació el primer mercado de futuros en 1884 limitado a productos básicos, mucho antes de que se negociaran en tipos de interés o en bolsa, al igual que las opciones. En un primer momento eran instrumentos utilizados -como los seguros- para reducir los riesgos de la economía real, pero en el siglo XXI muchos -como Warren Buffet declaró hace unos años – creen que los derivados son armas de destrucción masiva.
Volviendo a los hedge funds, como en casi todo, generalizar es muy inexacto y todo tiene dos caras -al menos- pero es interesante intentar entender cómo funcionan. Voy a poner los dos ejemplos de gestión más famosos, que aún persisten, relatando dos hechos que tuvieron una importancia histórica tan notable a finales del siglo XX que su influencia aún pervive:
-El llamado método Soros.- Reconoce que él gana dinero aprovechándose de la ineficiencia e irracionalidad del mercado, de la “ignorancia de millones de inversores porque el espíritu humano es proclive a la euforia y el desfallecimiento”. Esa es la filosofía de su famoso hegde fund, intentar ser más listo que los demás participantes en los mercados intentando adivinar el comportamiento de éstos, digamos que su mejor arma es la información (análisis fundamental) y la psicología de masas. En 1992, aunque el volumen de negociación diario de la libra era de 1 billón de $, con 10 mil millones de $ consiguió forzar al gobierno a devaluar la libra, entonces anclada por los lazos de la UE al valor del marco, lo que la hacía estar sobrevalorada para desgracia de los propios británicos. En este caso él ganó muchísimo dinero aprovechando una ineficiencia del mercado que muchos economistas ya habían visto. Curiosamente su apuesta –por supuesto egoísta- ayudó a Reino Unido ya que, como ocurre en la actualidad, una divisa más barata para un país exportador era algo deseable.
Demostró que un especulador inteligente y con capital podía vencer a un banco central, a un gobierno y a unos acuerdos económicos internacionales, un antecedente peligroso y que demostró hace más de 20 años el inmenso poder de los mercados financieros.
El ejemplo de Soros –nadie, ni él, es inmune a los vaivenes- no significa que no haya miles de apuestas diarias equivocadas, al igual que las hay económicamente dañinas y también beneficiosas. La apuesta especulativa que consiguió expulsar a la libra del Sistema Monetario Europeo es una de las pocas jugadas que han llegado al gran público pero es imposible conocer la influencia –positiva o negativa- que a lo largo de los años han tenido los comportamientos de algunos gestores de hedge funds en su búsqueda del mayor beneficio para sus clientes… y de su bonus de fin de año, claro. Precisamente buscando la perfección se intentó eliminar esa subjetividad e irracionalidad humana utilizando la capacidad predictiva de las matemáticas, calculando que en un sistema perfecto sólo habría un desplome bursátil 1 vez cada 4 millones de años, eran:
-los llamados “quants”.- científicos que creían que con fórmulas se podrían determinar con exactitud los precios. Empezaron por ganar mucho dinero con opciones, ya que ellos sabían cómo calcularlas con exactitud. Ahí nació el Long Term Capital. Sus beneficios y su prestigio fueron tan grandes que en octubre de 1997 sus cerebros –Myron Scholes y Robert C. Mertom- recibieron el nobel de Economía ¡Hasta el mundo académico aplaudía! Ese exceso de confianza provocó que 10 meses después llegaran a tener 126 mil millones de $ invertidos con tan sólo 7 mil millones de capital, y es que a pesar del descuadre –normal por otra parte en derivados- el participar en mercados de todo el mundo les hacía creerse invulnerables ya que pensaban que no era posible equivocarse en todas las múltiples posiciones. Sus predicciones matemáticas les dijeron que había que vender opciones para ganar una prima que no se iba a ejercer ya que los sistemas decían que la volatilidad iba a mantenerse baja, en concreto según sus fórmulas había sólo 1 entre 10 elevado a 24 posibilidades de fallar.
El 17 de agosto de 1998 el sistema financiero ruso se desmoronó tras las crisis políticas y mala gestión de las privatizaciones postcomunistas y se declaró en suspensión de pagos. Eso originó un aumento de la volatilidad a nivel mundial, con fuertes movimientos en divisas, materias primas y bolsas. Ningún sistema había previsto que un problema en Rusia afectaría –por ejemplo- a los bonos de México. El 21 de agosto ya estaban perdiendo 550 millones de $, algo que sus fórmulas decían que era poco menos que imposible. Lo más curioso es que cuando estaban perdiendo -a final de mes- el 45% de todo su capital pidieron ayuda a Soros, la antítesis de ellos, el que ganaba dinero con el estudio y con la inestabilidad e irracionalidad humana y no con la perfección de los cálculos matemáticos. Se negó, evidentemente, a invertir porque no estaba de acuerdo con su negocio pero sobre todo porque el coste era excesivo. La FED entonces acudió a 14 grandes bancos americanos para crear un fondo que auxiliara a Long Term Capital y que no hubiera un desastre mundial, rescatándolo.
No soy el primero que ha visto la enorme similitud de aquella acción coordinada de la FED auxiliando a unos gestores irresponsables con la de la actual crisis y la errónea lección que muchos en el sector debieron llevarse: si el desastre es tan grande como para amenazar la estabilidad financiera, siempre saldrá el dinero público en auxilio.
Aunque he descrito un éxito y un fracaso con el paso del tiempo parece que en los mercados se está imponiendo la misma filosofía que en Long Term Capital. En estas más de dos décadas se ha exonerado de culpa a las fórmulas, argumentando que el fallo fue que sólo tomaron como datos estadísticos una secuencia de los 5 años anteriores pero con más información y mejor cálculo, el sistema es viable. Muchos siguen creyendo que es posible obtener más beneficio y menos riesgo gracias a las fórmulas matemáticas y a las máquinas que las hacen funcionar a alta velocidad. Hay que recordar que los errores clamorosos de las agencias de calificación a la hora de evaluar los riesgos también estaban basados en cálculos similares a los de los “quants” ya que, por ejemplo, establecían que no era probable que el retraso en el pago de las hipotecas subprime en Arizona pudieran influir en la estabilidad financiera de UBS, el mismo error de Long Term Capital, infravalorar la interrelación de todos los mercados. Pienso que son menos culpables las máquinas que los humanos que confían demasiado en ellas porque creen que es posible la utopía de un mundo sin riesgos.
Con decisiones humanas o con decisiones matemáticas lo cierto es que no sólo los hedge funds, en general los mercados financieros, han contribuido a la globalización acelerándola pero a su vez la temporalidad –en muchos casos- de sus inversiones –por su carácter especulativo- ha generado una gran inestabilidad. En esos movimientos no sólo hay grandes beneficios y grandes pérdidas para los participantes, también hay unos efectos colaterales que salpican en todos los niveles de la economía real y no hay fórmula que garantice que esa influencia sea positiva.
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